jueves, 24 de mayo de 2012
UNA NOVELA QUE CUENTA LA VIDA DE UN INSTITUTO CUALQUIERA: 'SIMÓN, NO; SAIMON', DE JORGE GAMERO
Jorge Gamero: Simón, no; Saimon. Alfaguara. 8,5 euros.
A personajes como los de este libro nos los podríamos encontrar en un instituto cualquiera de los de nuestros pueblos y nuestras ciudades. Ángel o César, profesores del centro, o alumnos conflictivos como el llamado Saimon, o alumnos inmigrantes como los que están en estas aulas, los podemos encontrar en infinidad de institutos. Leer este libro es conocer más a fondo el día a día, la desgana, la falta de ilusión, las tensiones y un futuro incierto para los jóvenes, cosas todas estas que nos llevan al límite de las relaciones humanas entre el alumnado y su profesorado. Simón es un adolescente que lucha contra toda autoridad y que está a punto de tomar la decisión más importante, posiblemente, de su vida: creer en él mismo. El descubrimiento del amor y la dedicación de Ángel, el profesor que paga las consecuencias de su rebeldía con una prolongada baja por depresión, y César, el profesor que hace de mediador de conflictos, que se esfuerza por dar sentido a su profesión, serán piezas fundamentales del cambio.
jueves, 11 de noviembre de 2010
"QUÉ BUEN IDIOMA EL MÍO"
El pasado mes de octubre, la Editorial Santillana y la Asociación de Academias de la Lengua Española –AALE- presentaron oficialmente en Nueva York el Diccionario de americanismos. Una obra única e innovadora, coordinada por el académico puertorriqueño de origen cubano Humberto López Morales, que reúne el criterio de las 22 academias de la Lengua Española.
Para el mes de diciembre, Espasa, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, bajo la coordinación de Salvador Gutiérrez Ordóñez, publicarán la la Nueva Ortografía de la Lengua Española, también con un sentido unitario de la diversidad de las lenguas hispanoamericanas.
lunes, 14 de diciembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
EJEMPLOS DE MICRORRELATOS
MICRORRELATOS DE MADRID: LUIS LANDERO
Los libros se aluden unos a otros, excavan galerías y forman laberintos, de modo que el libro que tú has leído se comunica por un túnel con el que yo acabo de leer, y las penas de Edipo se confunde...
MICRORRELATOS DE MADRID: JESÚS FERRERO
Hace seis milenios el Rey Amarillo encargó una pagoda de tres pisos. Ya acabada, sólo le gustó el tercer piso y ordenó que derribasen los otros dos. Los albañiles obedecieron y quedaron sepultados ...
MICRORRELATOS DE MADRID: ISAAC ROCA
Lees mientras caminas, avanzas deprisa sin apartar la vista del libro que sostienes a centímetros de la cara, lector de un Madrid escrito, de una obra que contiene la ciudad toda, exacta, un borgia...
MICRORRELATOS DE MADRID: JULIO LLAMAZARES
Cuando él vio el bosque que habían talado para publicar sus libros, el escritor dejó de escribir. De repente, tuvo una visión: Madrid era un gran libro lleno de personajes y cada ventana de sus edi...
CONCURSO DE MICRORRELATOS DE LA CADENA SER, PROGRAMA HOY POR HOY, DE CARLES FRANCINO
HOY POR HOY: FINAL DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS
domingo, 13 de septiembre de 2009
CONCURSO DE MICRORRELATOS
ID A EJEMPLOS HACIENDO CLIC EN ESTE ENLACE
domingo, 25 de enero de 2009
REBELDES, UN LIBRO FANTÁSTICO PARA 2º ESO
Ponemos aquí unos fragmentos para que te hagas una idea de este magnífico libro, cuya lectura no deberías perderte por nada del mundo:
-Quita las pezuñas de mi butaca y cierra esa bocaza.
Tío, qué buena estaba. La había visto antes; era animadora en el Instituto. Siempre tuve muy claro que destacaba entre las demás.
Dally simplemente le devolvió la mirada y dejó los pies donde los tenía.
-¿Quién lo dice?
La otra se volvió a mirarnos.
-Es el greaser que monta para Flash J. de vez en cuando-dijo, igual que si no la oyéramos.
(…)
-Os conozco. Os he visto en los rodeos.
-Es una pena que no sepas montar los toros tan bien como dices palabrotas –dijo con tranquilidad la pelirroja, y se dio la vuelta.
Lo cual no le molestó a Dally lo más mínimo.
-Así que vosotras dos os dedicáis a las carreras de coches, ¿eh?
-Será mejor que nos dejes en paz –dijo la pelirroja como quien muerde–, o llamo a la poli.
-Uyuyuy –Dally parecía aburrirse–, me has dado un susto de muerte. Un día de estos tendrías que ver las cosas que sé hacer, nena –sonrió astutamente–. ¿No te lo imaginas?
-Déjanos en paz, por favor –dijo–. ¿Por qué no te portas bien y nos dejas en paz?
Dally sonrió maliciosamente.
-Yo nunca me porto bien. ¿Queréis una Coca?
Para entonces ya estaba cabreada.
-No la bebería ni aunque estuviera perdida en el desierto y muerta de sed. ¡Piérdete, hood!
(…)
-No tienes mala pinta. ¿Cómo te llamas?
Ojalá no me hubiera preguntado eso. Odio decirle mi nombre a la gente por primera vez.
-Ponyboy Curtis.
(…)
-Es un nombre original, y encantador.
-Mi padre era un tipo original –dije–. Tengo un hermano que se llama Sodapop, y así consta en su partida de nacimiento.
-Yo me llamo Sherry, pero todos me llaman Cherry por el pelo. Cherry Valance.
(Capítulo 2, páginas 30-31)
Esto no puede ser cierto. No puede ser cierto. No puede ser cierto.
-¿De verdad que le has matado, Johnny?
-Sí –la voz le tembló levemente-. Tuve que hacerlo. Te estaban ahogando, Pony. Podrían haberte matado. Y tenían una faca… me iban a dar una paliza…
-¿Como… -tragué-, como la otra vez?
Johnny estuvo callado un minuto.
-Sí –dijo-, como la otra vez.
Johnny me contó qué había sucedido:
-Echaron a correr cuando lo acuchillé. Todos echaron a correr…
Me estaba entrando el pánico mientras oía seguir a la tranquila voz de Johnny.
-¡Johnny! –a poco más chillo–. ¡Por matar te llevan a la silla eléctrica! –yo estaba temblando. Quiero un cigarro. Quiero un cigarro. Quiero un cigarro. Nos habíamos fumado todo el paquete-. Tengo miedo, Johnny. ¿Qué vamos a hacer?
Johnny saltó y me agarró por la camiseta. Me sacudió.
-Calma, Ponyboy. Controla.
No me había dado cuenta de que estaba chillando. Me solté.
-Vale –dije–, ya estoy bien.
Johnny miró alrededor, golpeándose los bolsillos traseros nerviosamente.
-Tenemos que largarnos de aquí. Irnos a alguna parte.
Dinero. ¿Puede que una pistola? Un plan. ¿De dónde diablos íbamos a sacar esas cosas?
-Dally –dijo Johnny terminantemente–. Dally nos sacará de ésta.
Solté un suspiro. ¿Por qué no se me habría ocurrido? Claro que a mí nunca se me ocurre nada. Dallas Winston era capaz de todo.
(Capítulo 4, páginas 66-67
-Mierda, Johnny –gruñó Dally mientras subíamos a toda pastilla por la carretera roja–, ¿por qué no se te ocurrió entregarte hace cinco días? Nos habríamos ahorrado muchos problemas.
-Estaba asustado –dijo Johnny con convicción–. Aún lo estoy –se pasó el dedo por una de sus cortas patillas negras–. Me temo que nos hemos fastidiado el pelo total para nada, Ponyboy.
-Eso creo –me alegraba estar de vuelta. Estaba asqueado de esa iglesia. Me daba lo mismo estar calvo.
Dally estaba ceñudo, y por experiencia propia y dolorosa sabía que era mejor no hablarle cuando los ojos le relampagueaban así. Prefería que no me soltase un par de mamporros. Eso había ocurrido antes, igual que les había ocurrido a los de la pandilla en una u otra ocasión. Rara vez nos peleábamos entre nosotros; Darry era el líder oficioso porque sabía serlo, Soda y Steve eran los mejores amigos ya desde cuando iban a la escuela, y nunca peleaban, y Two-Bit era simplemente demasiado perezoso para discutir a nadie.
(Capítulo 6, páginas 99-100)
-De acuerdo –dije cortante. No era culpa de Johnny que Bob fuera un borrachuelo y que a Cherry le diera por los chicos destinados a meterse en líos–. Prefiero que no lo veas. Eres una traidora para los de tu clase y no eres leal con nosotros. ¿Crees que el hecho de que espíes para nosotros arregla el que estés ahí sentada en un Corvette mientras mi hermano tiene que dejar la escuela para conseguir un curro? No te importamos lo más mínimo. No intentes darnos limosna y luego sentirte bien por ello.
Me volví y eché a andar, pero algo que había en la cara de Cherry hizo que me detuviera. Estaba avergonzado; no aguanto ver llorar a las chicas. Ella no estaba llorando, pero le faltaba un pelo.
-No pretendía ser caritativa contigo, Ponyboy. Sólo quería ayudar. Me gustaste desde el principio… cómo hablabas. Eres un chaval muy majo, Ponyboy. ¿Te das cuenta qué pocos como tú se encuentran hoy en día? ¿No intentarías tú ayudarme sin pudieras?
Desde luego que sí. La ayudaría a ella y a Randy, si pudiera.
-Eh –dije de repente–, ¿se ven bien las puestas de sol desde el West Side?
Parpadeó, sorprendida, y sonrió.
-Se ven estupendamente.
-Desde el East Side también se ven bien –dije en voz baja.
-Gracias, Ponyboy –sonrió por entre las lágrimas–. Qué estupendo eres.
Tenía unos bonitos ojos verdes. Seguí, caminando lentamente, hacia casa.
(Capítulo 8)