domingo, 25 de enero de 2009

REBELDES, UN LIBRO FANTÁSTICO PARA 2º ESO

Lee los comentarios de lectores y lectoras de este libro, así tendrás claro lo que te pierdes si no lo lees. Eso sí, si no te entusiasma mucho disfrutar de la lectura, no lo leas. Este libro lo escribió su autora para paladear cada palabra, cada párrafo, cada capítulo. Si lo que tienes es miedo de pasar un buen rato leyendo, por si te gusta y luego te pides más y más, no lo leas, puede que caigas en la tentación de volver a leer y es posible que eso no te guste, porque tú lo que quieres es seguir pegado a la videoconsola. ¡Ojo, que un libro como este puede despegarte de tus juegos favoritos! Así que, tú verás, si te atreves a leerlo, asume las consecuencias. De todos modos, aquí dejamos las opiniones de otros chavales y chavalas de tu edad, más o menos:


Ponemos aquí unos fragmentos para que te hagas una idea de este magnífico libro, cuya lectura no deberías perderte por nada del mundo:





-Quita las pezuñas de mi butaca y cierra esa bocaza.

Tío, qué buena estaba. La había visto antes; era animadora en el Instituto. Siempre tuve muy claro que destacaba entre las demás.

Dally simplemente le devolvió la mirada y dejó los pies donde los tenía.

-¿Quién lo dice?

La otra se volvió a mirarnos.

-Es el greaser que monta para Flash J. de vez en cuando-dijo, igual que si no la oyéramos.

(…)

-Os conozco. Os he visto en los rodeos.

-Es una pena que no sepas montar los toros tan bien como dices palabrotas –dijo con tranquilidad la pelirroja, y se dio la vuelta.

Lo cual no le molestó a Dally lo más mínimo.

-Así que vosotras dos os dedicáis a las carreras de coches, ¿eh?

-Será mejor que nos dejes en paz –dijo la pelirroja como quien muerde–, o llamo a la poli.

-Uyuyuy –Dally parecía aburrirse–, me has dado un susto de muerte. Un día de estos tendrías que ver las cosas que sé hacer, nena –sonrió astutamente–. ¿No te lo imaginas?

-Déjanos en paz, por favor –dijo–. ¿Por qué no te portas bien y nos dejas en paz?

Dally sonrió maliciosamente.

-Yo nunca me porto bien. ¿Queréis una Coca?

Para entonces ya estaba cabreada.

-No la bebería ni aunque estuviera perdida en el desierto y muerta de sed. ¡Piérdete, hood!

(…)

-No tienes mala pinta. ¿Cómo te llamas?

Ojalá no me hubiera preguntado eso. Odio decirle mi nombre a la gente por primera vez.

-Ponyboy Curtis.

(…)

-Es un nombre original, y encantador.

-Mi padre era un tipo original –dije–. Tengo un hermano que se llama Sodapop, y así consta en su partida de nacimiento.

-Yo me llamo Sherry, pero todos me llaman Cherry por el pelo. Cherry Valance.

(Capítulo 2, páginas 30-31)

Esto no puede ser cierto. No puede ser cierto. No puede ser cierto.

-¿De verdad que le has matado, Johnny?

-Sí –la voz le tembló levemente-. Tuve que hacerlo. Te estaban ahogando, Pony. Podrían haberte matado. Y tenían una faca… me iban a dar una paliza…

-¿Como… -tragué-, como la otra vez?

Johnny estuvo callado un minuto.

-Sí –dijo-, como la otra vez.

Johnny me contó qué había sucedido:

-Echaron a correr cuando lo acuchillé. Todos echaron a correr…

Me estaba entrando el pánico mientras oía seguir a la tranquila voz de Johnny.

-¡Johnny! –a poco más chillo–. ¡Por matar te llevan a la silla eléctrica! –yo estaba temblando. Quiero un cigarro. Quiero un cigarro. Quiero un cigarro. Nos habíamos fumado todo el paquete-. Tengo miedo, Johnny. ¿Qué vamos a hacer?

Johnny saltó y me agarró por la camiseta. Me sacudió.

-Calma, Ponyboy. Controla.

No me había dado cuenta de que estaba chillando. Me solté.

-Vale –dije–, ya estoy bien.

Johnny miró alrededor, golpeándose los bolsillos traseros nerviosamente.

-Tenemos que largarnos de aquí. Irnos a alguna parte. La Policía vendrá en seguida –yo estaba temblando, y no era de frío. Pero Johnny, salvo por las manos, parecía más tranquilo que el mismísimo Darry–. Nos hará falta dinero. Y puede que una pistola. Y un plan.

Dinero. ¿Puede que una pistola? Un plan. ¿De dónde diablos íbamos a sacar esas cosas?

-Dally –dijo Johnny terminantemente–. Dally nos sacará de ésta.

Solté un suspiro. ¿Por qué no se me habría ocurrido? Claro que a mí nunca se me ocurre nada. Dallas Winston era capaz de todo.

(Capítulo 4, páginas 66-67


Dally juró entre dientes y a punto estuvo de arrancar la palanca de cambios según salimos zumbando del Dairy Queen. Sentí pena de Dally. Quiso decir lo que dijo cuando comentó que sus padres le importaban un huevo. Pero él y el resto de la pandilla sabían que a Johnny sí que le importaban, y hacían todo lo posible por consolarle. No sé cómo le sentaría a Johnny, tal vez ese aire de muñeco perdido y esos ojazos grandes y asustadizos eran lo que hacían de cualquiera una especie de hermano mayor suyo. Pero nadie podía, por mucho que lo intentase, sustituir a sus padres. Pensé en ello un minuto: Darry y Sodapop eran mis hermanos, y yo los quería a los dos, aunque Darry me acojonara, pero ni el propio Soda podría ocupar el lugar de mamá y papá. Y además eran mis hermanos de verdad, no unos de adopción. No cabía duda de que Johnny estaba dolido porque sus padres no le querían. A Dally le daba igual; Dally era de la raza de los que todo les da igual, porque era duro y agresivo, y aunque no lo fuese podía hacer gala de duro. Johnny era un buen luchador y podía hacérselo fenómeno, pero era sensible, y esa no es una buena manera de ser cuando se es un greaser.

-Mierda, Johnny –gruñó Dally mientras subíamos a toda pastilla por la carretera roja–, ¿por qué no se te ocurrió entregarte hace cinco días? Nos habríamos ahorrado muchos problemas.

-Estaba asustado –dijo Johnny con convicción–. Aún lo estoy –se pasó el dedo por una de sus cortas patillas negras–. Me temo que nos hemos fastidiado el pelo total para nada, Ponyboy.

-Eso creo –me alegraba estar de vuelta. Estaba asqueado de esa iglesia. Me daba lo mismo estar calvo.

Dally estaba ceñudo, y por experiencia propia y dolorosa sabía que era mejor no hablarle cuando los ojos le relampagueaban así. Prefería que no me soltase un par de mamporros. Eso había ocurrido antes, igual que les había ocurrido a los de la pandilla en una u otra ocasión. Rara vez nos peleábamos entre nosotros; Darry era el líder oficioso porque sabía serlo, Soda y Steve eran los mejores amigos ya desde cuando iban a la escuela, y nunca peleaban, y Two-Bit era simplemente demasiado perezoso para discutir a nadie.

(Capítulo 6, páginas 99-100)


-De acuerdo –dije cortante. No era culpa de Johnny que Bob fuera un borrachuelo y que a Cherry le diera por los chicos destinados a meterse en líos–. Prefiero que no lo veas. Eres una traidora para los de tu clase y no eres leal con nosotros. ¿Crees que el hecho de que espíes para nosotros arregla el que estés ahí sentada en un Corvette mientras mi hermano tiene que dejar la escuela para conseguir un curro? No te importamos lo más mínimo. No intentes darnos limosna y luego sentirte bien por ello.

Me volví y eché a andar, pero algo que había en la cara de Cherry hizo que me detuviera. Estaba avergonzado; no aguanto ver llorar a las chicas. Ella no estaba llorando, pero le faltaba un pelo.

-No pretendía ser caritativa contigo, Ponyboy. Sólo quería ayudar. Me gustaste desde el principio… cómo hablabas. Eres un chaval muy majo, Ponyboy. ¿Te das cuenta qué pocos como tú se encuentran hoy en día? ¿No intentarías tú ayudarme sin pudieras?

Desde luego que sí. La ayudaría a ella y a Randy, si pudiera.

-Eh –dije de repente–, ¿se ven bien las puestas de sol desde el West Side?

Parpadeó, sorprendida, y sonrió.

-Se ven estupendamente.

-Desde el East Side también se ven bien –dije en voz baja.

-Gracias, Ponyboy –sonrió por entre las lágrimas–. Qué estupendo eres.

Tenía unos bonitos ojos verdes. Seguí, caminando lentamente, hacia casa.


(Capítulo 8)